El sentimiento se esconde en lo breve.
Entre el líquido que aún no sale de la garganta.
Entre el ardor en la distancia entre el esófago y la lengua.
Una náusea tremebunda,
Rastrilla entre las grietas,
Que abastecen el pasado,
De mi consciente ansiedad.
Las llaves entran en el cerrojo de la puerta.
Escucho mis pasos sonando fuerte,
Aplastando el silencio
Al subir por las escaleras,
Detrás del elevador.
El metal del termo que carga el café que ya bebí,
Titila con el rozar de los botones de mi abrigo,
Y el campaneo sostenido se queda,
Después del golpe entre los elementos.
Titila casi arrullando la nostalgia,
Pero no consigue dormirla.
Si miro las escaleras siguientes,
Siento olvidar mi presente.
Y entra el juicio a dominar
Esa, la puerta que no es mi casa
Me regala paciencia.
Y entonces se abre,
Y está oscura y las entrañas arden,
Y me agobia el destino
Y el pasado,
Y la nostalgia,
Y lo incierto,
Y los bolsillos vacíos,
Y el espejo sucio.
Quisiera caminar viendo el asfalto frío
y ya sin hojas,
Y no andar sintiendo el ardor,
Ni las ansias,
Por la acera de enfrente.