Ajedrez

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20 de abril de 2019

Aún no entrego la vida al juego eterno, ni a un crucigrama con mis letras favoritas, ni al negro con blanco en el que no sé ser peón, ni mucho menos reina.

No me conformo aún con nada, pero tampoco nada tengo ni nada sé tener. Tengo el arte que desconozco pero al que me aferro para siempre saber volver. A mí, a mis palabras, a mi espejo que no es cristal ni reflejo, sino voz.

Escribo las mismas 100 veces lo único que he aprendido a decir y que me encuentro en todas las canciones.

No sé hablar de un proceso ni de un país completo. Sé hablar de lo que extraño, de la nostalgia de donde ya no estoy, y de los lugares nuevos. De las casas blancas que conocí un día, o dos y de las buenas voces que me llevo a las otras vidas que sé que viviré mejor.

No me encuentro en habitaciones conjuntas. No estoy ni en la derecha ni en la izquierda. Sólo busco los lugares donde entre alguna luz. No directa porque duele en los ojos. Pero sí La Luz que cae sobre el suelo y que me mira y a la que miro.

Siempre están los romances con las ventanas. A veces y muchas de esas veces en realidad, le temo a la puerta que abre y que me obliga a pensar y decidir un camino. La ventana me tranquiliza porque ella es la que en verdad está observando. No yo. Yo solo la escucho narrar.

Combatir la nada

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  “Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotografías, actividad que debería enseñarse tempranamente a los niños pues exige disciplina, educación estética, buen ojo y dedos seguros.” 

Cortázar

LUTO

A ELLAS, a ellos, a nuestros líderes indígenas, a los humanos; colombianos, españoles, terrestres. 

(a las muertes mal narradas en una patria boba)

No salgo a la calle

creyendo que me van a matar.

No salgo con un uniforme de blanco perfecto.

Ni como vestida de objetivo,

ni tan siquiera, salgo a cantarme víctima.

No salgo a la calle

queriendo ser cifra o

encierro o tres días de duelo.

No salgo a la calle con traje de pretexto,

ni de excusa, ni mucho menos

con atuendo de imperfecto escudo.

No salgo a caminar tampoco desnuda,

ni a ser espejo,

ni a ser suma que divide.

No salgo a la calle a que mi voz,

que es la de otros,

y a que mi vida,

que habla y defiende

y busca la vida de otros,

lidere lo muerto.

Salgo a la calle esperando estar de vuelta.

Y, sin embargo,

las balas que pierden

y el odio que explota,

nos viste de víctimas, de cifras,

de idiotas.

Y sin embargo camino,

a esa, la calle mía y de otros,

pidiendo que el olvido y mi palabra,

y mi canto de nadie y de todos,

nunca más estén rotos.

SOBRE EL TEMOR DEL TIEMPO

El sentimiento se esconde en lo breve.
Entre el líquido que aún no sale de la garganta.
Entre el ardor en la distancia entre el esófago y la lengua.

Una náusea tremebunda,
Rastrilla entre las grietas,
Que abastecen el pasado,
De mi consciente ansiedad.

Las llaves entran en el cerrojo de la puerta.
Escucho mis pasos sonando fuerte,
Aplastando el silencio
Al subir por las escaleras,
Detrás del elevador.

El metal del termo que carga el café que ya bebí,
Titila con el rozar de los botones de mi abrigo,
Y el campaneo sostenido se queda,
Después del golpe entre los elementos.

Titila casi arrullando la nostalgia,
Pero no consigue dormirla.  

Si miro las escaleras siguientes,
Siento olvidar mi presente.
Y entra el juicio a dominar 

Esa, la puerta que no es mi casa
Me regala paciencia.
Y entonces se abre,
Y está oscura y las entrañas arden,
Y me agobia el destino
Y el pasado,
Y la nostalgia,
Y lo incierto,
Y los bolsillos vacíos,
Y el espejo sucio.

Quisiera caminar viendo el asfalto frío
y ya sin hojas,
Y no andar sintiendo el ardor,
Ni las ansias,
Por la acera de enfrente.